Blog de su trabajo como bailarina, actriz y directora

En 1986 crea junto a V. Llinás,L.Markert y A.Flechner GAMBAS AL AJILLO. Trabajó en más de 20 obras de teatro como protagonista,(Postales Argentinas de R.Bartis,Kvetch de S.Berkoff, Sueño De Una Noche De Verano,en versión J. Daulte, Monólogos De La Vagina, etc.),compartió escenario con importantes actores argentinos,actuó en una veintena de programas de TV y participó en una docena de películas argentinas.Premio ACE “Actriz en musical” por “Gambas Gauchas” en 1994; Clarín Espectáculos “Labor en Unipersonal” por “Congelada” en 2004, también nominada al ACE en el mismo rubro. Nominada al ACE 1997 “Actriz protagónica de comedia” por “Sueño de un anoche de verano” y al Trinidad Guevara por “Kvetch”. Nominada al ACE 2008 como Actriz de reparto en drama por “Como aprendí a manejar”. En 2010 estrenó "Lengua viva. Historias urbanas", cuento teatral (El Portón de Sánchez).2011, Marisa y Simón infantil de C. Martinez Bel y S. Grinberg. En 2012 trabajó como coach en la Ópera prima de Gustavo Garzón "Por un tiempo". 2013: Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig con direccion de M. Iedvabni. Dirección de Hoy debuta la finada de P. Zangaro 2014/2015 y El Tao del sexo de Ignacio Apolo, ambas en el Teatro Nacional Cervantes y giras nacionales e internacionales. 2015 Idénticos III ciclo TXI (TNC). En 2017 hace I.D.I.O.T.A junto a Luis Machín en el Teatro Picadero. En la actualidad cursa la Licenciatura en Artes en la UBA (Universidad de Buenos Aires)

lunes, 16 de junio de 2025

Gambas al Ajillo, las Indepilables del Parakultural: feminismo avant la lettre


(Columna para Revista Ñ a propósito de la exposición "Esto es Teatro en el Museo Moderno.)  

"¡Aquí están las increíbles, las indescifrables, las Indepilables Gambas al Ajillo!". Así nos presentaba Omar Viola en las “Noches parakulturales”. “Ni feministas, ni comunistas y mucho menos cristianas”, decíamos de nosotras en uno de los primeros programas en fotocopia, diseñado a mano sobre un recorte del “Evaristo” de Solano López (sí, el de El Eternauta). Más bien éramos lo anti todo, en concordancia perfecta con el espíritu de la época. Nuestras pequeñas monstruas eran paisanas desaforadas que zapateaban el piso de madera del destartalado escenario del Parakultural, o del Rojas, como si quisieran traspasarlo; mujeres de turbantes batallando contra el ataque intempestivo de una cartera al compás de la voz profunda de Marlene Dietrich, o niñas que ironizaban a los gritos la historia escolar de Sarmiento y bailoteaban su himno como si fuera lo último que podían hacer en medio de la guerra gaucha. Pero también podíamos ser monjas streapteseras quecambiaban hábitos por diminuto bikini al son del calor de la ciudad; mujeres maltratadas que gozaban los “puñetazos y trompadas”; solteronas amenazantes contra el divorcio o feministas marimachos, viejas inmundas, cantantes porno, paralíticas acrobáticas y golpeadoras, dominatrices, muchas veces bailarinas: de Tap, jazz, blues o New Wave. En todos los casos más feas, más locas, con mayores “peinados nuevos” y menos femeninas que en la vida real. Construcción física para construcción teatral de mujeres que se exhibían desembozadamente en medio de una turba de jóvenes punks recién salidos de las catacumbas de la última dictadura cívico-militar. Puro acontecimiento, como su propia dramaturgia escrita sobre el escenario, que apelaba a historias personales de mujeres sin “bacán que las acamale”, sin un vento, puro esperpento y mucho sex appeal. Mujeres seductoramente fálicas y escandalosamente irreverentes, inconscientes. Hacíamos un feminismo sin etiqueta en una época en que no lo reivindicabas porque quedaba fuera de tiempo, como si estuvieras pidiendo permiso para entrar en un club del que ya eras parte. Éramos de hecho, entrábamos pateando la puerta, sin pedir nada, sin dar explicaciones a nadie: ni a directores, ni a popes teatrales, ni a escuelas, ni a orientaciones sexuales. Convivíamos con trabas, travestis, transformistas, varones medio afeminados, músicos un poco atolondrados, cantantes muy Janis Joplin. Alejandro Urdapilleta podía cuidar un rato a tu hijo en el camarín después de haber parido un pebete de jamón y queso en la escena al grito de ¡Pebetito! Podías compartir pantalón palazzo con Batato Barea o escucharlo con admiración recitar el poema de Urda “Sombra de conchas”. Pero nunca ibas a escuchar decir “cerrá la puerta que me estoy cambiando”. No éramos feministas, éramos mujeres que ejercíamos el frente femenino sin necesidad de decirlo, burlándonos incluso un poco del “Sé tú misma”. Grupo horizontal, sin jerarquía, todas directoras, autoras y actrices dispuestas a llevarnos el mundo por delante (muchas veces también la columna de hierro que limitaba el escenario precario del querido “Para”). Hambrientas de salir al mundo, a un mundo que fue fin de siglo, fin de la historia. Acontecimiento puro que pudo dejar una rendija abierta para que luego vinieran otras grupas, otras historias de teatros en casas viejas, sin bambalinas, sin estructura, ni producción, a pura pasión, sin tener que responder si son esto, lo otro, o lo de más allá. Y que, sin buscarlo, reventó el corpiño de cartapesta, sacando espuma por la boca. Ruptura con un patriarcado al que no le dábamos la menor entidad. Hoy veo que sí éramos feministas, y que todavía quedaban muchas puertas por patear. (María José Gabin. Revista Ñ. 6/2025)

 

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